miércoles, 23 de febrero de 2011

Carlos Gardel: Vida


Carlos Gardel nació con el nombre de Charles Romuald Gardes en la ciudad de Toulouse (Francia), el 11 de diciembre de 1890. Hijo de Berta Gardes y padre desconocido, cruzó el mar junto a su madre para ir a vivir a la ciudad de Buenos Aires hacia 1893. Gardel comenzó su actividad artística hacia finales de la primera década del siglo veinte, acompañándose con guitarra e interpretando el repertorio que estaba en boga entre los cantores de época. Intentaría formar varios dúos, hasta que hacia 1912 conformaría el dúo Martino – Gardes (todavía no había modificado su apellido). Junto con “Pancho” Martino realizaron una gira por el interior del país, sin mayor éxito; asimismo Carlos debutará discográficamente ese año. Al regreso se incorporó Razzano a la agrupación, y más tarde también se sumó Saúl Salinas. Este cuarteto realizó también una gira por la provincia de Buenos Aires, durante la cual desertarán Salinas y más tarde Martino. En 1913 el dúo Gardel – Razzano debuta en el Armenonville y comienza a adquirir cierto prestigio. Realizan algunas actuaciones en Chile, Uruguay y Brasil, actuando con relativo éxito. De regreso en Buenos Aires incorporan al guitarrista José Ricardo, con lo que Gardel comienza a desentenderse de la faceta instrumental. En 1917 Carlos canta en público “Mi noche triste”, de Pascual Contursi y Samuel Castriota, y ese mismo año filma la película silente “Flor de durazno”. Ese mismo año el dúo graba sus primeros discos, y al año siguiente Gardel graba los primeros tangos, entre los que se incluyen “Mi noche triste” y “Flor de fango”. En 1923 el dúo actúa en España y al regresar graban un disco con la orquesta de Francisco Canaro. En 1924 es el turno del debut en radio: son convocados por Splendid para interpretar algunas canciones. Un año después Razzano se retira del canto, pasando a ser el representante de Gardel, quien inicia su carrera como solista. Después de una larga gira por España y Francia donde actúa en los más importantes escenarios, regresa a Buenos Aires y hacia 1930 filma algunos cortos bajo la dirección de Eduardo Morera. Retorna a Europa; donde filma en “Luces de Buenos Aires” y graba en París discos para el sello Odeón. Una etapa importante se inicia en 1932 cuando se incorpora Alfredo Le Pera al “staff gardeliano”; juntos escribirán varios tangos que serán incorporados a las nuevas películas filmadas para la Paramount en Joinville, así como Le Pera será el encargado de confeccionar los guiones para las mismas. Las películas son un éxito comercial, por lo que Gardel decide viajar a Estados Unidos para intentar filmar en dicho país. Firma un nuevo contrato con la productora Paramount para hacer nuevas películas, las que se concretan durante los años 1934 y 1935. Todas las canciones cantadas por Gardel en estas películas son grabadas por la empresa RCA Víctor. En abril de 1935 inicia una gira por Latinoamérica que finaliza en la ciudad de Medellín, en Colombia, cuando el 24 de junio el avión que los transportaba rumbo a Cali se estrella durante el despegue, muriendo el cantor y casi toda la delegación. A partir de ese día la figura de Carlos Gardel adquiere dimensiones mitológicas.

CRONOLOGÍA
1890: 11 de diciembre: Nace Charles Romuald Gardes.
1893: Berthe y Charles Gardes llegan a Buenos Aires.
1897: Charles comienza la escuela primaria.
1904: Detención en Florencio Varela.
1905: Termina la escuela primaria (aprox). Supuesta fuga del hogar y radicación en Montevideo.
1908: Cantor en peña y comités. Conoce a Betinoti.
1910: Año del Centenario. Charles cumple veinte años.
1911: Conoce a José Razzano.
1912: Primera gira con Martino. Estudios de canto con Sagi Barba y Mochetti. 2 de abril: firma de su primer contrato discográfico con Casa Tagini. Cambio de apellido: de Gardes a Gardel.
1913: Segunda gira: Gardel-Razzano-Salinas-Martino. Aparente primer romance serio. Diciembre: Debut del dúo Gardel-Razzano en el Armenonville.
1914: Estalla la Primera Guerra Mundial. Gardel-Razzano-Martino actúan en fines de fiesta.
1915: Pascual Contursi estrena “Lita” (luego bautizada “Mi noche triste”) en Montevideo. 21 de abril: Muere José Betinoti. El dúo G-R viaja a Río de Janeiro. Conocen a Enrico Caruso. Se incorpora José Ricardo como guitarrista. 11 de diciembre: Gardel es baleado a la salida del Palais de Glace. Primeros intentos discográficos con la Victor.
1916: Actuación en el varieté. Reconciliación con Pancho Martino. Gira proselitista con el Partido Conservador. Muere Gabino Ezeiza.
1917: Actuaciones en el Empire. Primeras grabaciones para Max Glücksmann. Actuación en la película silente “Flor de durazno”. Presentación en vivo de “Mi noche triste”. Gira por Chile. Estudios de canto con Eduardo Bonessi.
1918: Gira del dúo con Roberto Firpo. Conoce a Tapia. Presentación en vivo de “Flor de fango”.
1919: Muere Ángel Villoldo. Andrés Chazarreta introduce en Buenos Aires el folklore “auténtico”.
1920: Mayo: Razzano es operado de la garganta. Está seis meses inactivo. Octubre: Carlos Gardel saca un documento de identidad falso en donde figura nacido en el Uruguay. Noviembre: Gardel conoce a Isabel del Valle. Diciembre: Gardel cumple treinta años.
1921: Muere Saúl Salinas. Muere Enrico Caruso. Se incorpora Barbieri como guitarrista.
1923: Gardel graba “Mano a mano”. Primer viaje a Espala y Francia, donde visita a su familia de origen. Muere Pablo Podestá.
1924: Primeras actuaciones radiales.
1925: Debuta “Lunático”, primer caballo de Gardel. Actúan para el príncipe de Gales. Razzano se retira de la actuación, pasando a ser el apoderado del cantor. Segundo viaje a España.
1926: Primeras grabaciones eléctricas en Argentina. Grabaciones en España.
1927: Intenso período de grabaciones. Tercer viaje a España. Gardel compra una casa en la calle Jean Jaures.
1928: Viajes a París y Barcelona. Grabaciones en París. Se incorpora Aguilar. Ciclo radial para Radio Prieto, Uruguay. Adquisición de un vehículo.
1929: Continúa en París. Posibles estudios de canto con Retana. Se desvincula Ricardo del grupo. Setiembre: se incorpora Riverol.
1930: Visita a las selecciones de Argentina y Uruguay en los momentos previos a la final del Campeonato Mundial de Fútbol. Actuación en los cortos de Morera. Nuevo viaje a París. Cumple cuarenta años.
1931: Primer film en Francia: “Luces de Buenos Aires”. Críticas en la Argentina por cantar canzonetas. Ruptura con Razzano. Defino es nombrado su nuevo apoderado en la Argentina.
1932: Actuaciones en la radio de París. Conoce a Alfredo Le Pera. Films: “Espérame”, “La casa es seria” y “Melodía de Arrabal”. Muere Pascual Contursi.
1933: Intensas actuaciones en la Argentina. Último año en el país. Redacción del testamento. Viaje a Europa y EE.UU.
1934: Actuación en la N.B.C. de Nueva York. Films en Norteamérica: “Cuesta Abajo” y “El tango en Broadway”. Muere Alfredo de Ferraris, viejo amigo.
1935: Films: “El día que me quieras”, “Tango Bar” y “Cazadores de estrellas”. Discos en los EE.UU. Gira por latinoamérica. Fallece el 24 de junio en un accidente de aviación en Medellín, Colombia

Más información:
http://gardelcantordetango.blogspot.com
http://gardelbsas.blogspot.com/2011/01/carlos-gardel-en-la-filatelia-1974-2010.html
www.gardelbiografia.com.ar

sábado, 19 de febrero de 2011

QUIRINO CRISTIANI, PADRE DEL STOP-MOTION (PRIMERA PARTE)










Quirino Cristiani nació el 2 de julio de 1896 en Santa Giuletta, un modesto pueblo de la provincia italiana de Pavía. Luigi Cristiani, su padre, era un hombre con muchas inquietudes y proyectos. Hacia fines del siglo XIX el hombre recaló en Buenos Aires, y poco después mandó a llamar a toda su familia. Quirino tenía por entonces cuatro años.
En pocos años las inclinaciones de Quirino hacia el dibujo se hicieron evidentes. Sus padres, que querían que se dedicara a la medicina, le obligaron a conseguir un trabajo. Así el muchacho comenzó a trabajar como empleado en una zapatería, al mismo tiempo que estudia en la Academia de Bellas Artes.
Al poco tiempo comenzó a publicar historietas en diversos diarios y revistas porteñas. Pero sería su encuentro con Federico Valle el que cambiaría la historia del cine para siempre.
Valle, italiano también, venía dedicándose al cine prácticamente desde sus comienzos, siendo el creador de las Actualidades Valle, suerte de noticiero documental.

Esbozo de uno de los personajes de El apóstol, 
primer largometraje de animación argentino (¿y del mundo?)

“Un buen cine de noticias, en un país como la Argentina, acostumbrado a las viñetas políticas, tenía que ofrecer alguna caricatura”, reflexiona Bendazzi, biógrafo de Cristiani. Fue así que le ofreció el trabajo al joven, quien rápidamente se embarcó en el proyecto.
Inspirándose en Les allumettes animées, película animada filmada por Cohl en París en 1908, Cristiani comenzó a entender cómo funcionaba la animación de objetos en el cine, a través del movimiento manual de las figuras y la fotografía de cada uno de esos movimientos.
Con este sistema, el joven realizador comenzó a armar unas marionetas de dos dimensiones. “En las zonas de las articulaciones, esos dibujos recortados estaban unidos por un punto dado con hilo de coser, que permitía que la figura se moviera con agilidad. Las imágenes, luego, eran apoyadas, horizontalmente, en un gran plano colocado sobre el suelo” (Bendazzi, p44).
Así nació la primera película argentina de animación, tituladaLa intervención a la provincia de Buenos Aires.
Tras este primer trabajo –breve, no duraba más de un minuto-, surgió la idea de hacer lo mismo, pero de una duración más larga: “un largometraje, enteramente de tema político”.45
Alfonso de Laferrére sería el encargado del guión. Cristiani se ocuparía de la dirección. Valle contrataría a Andrés Ducaud para la construcción de la escenografía, y Diógenes “Mono” Taborda, el caricaturista político más importante del momento, como el encargado de crear las caricaturas a las cuales Cristiani daría vida.

(continuará)

Video sobre "El mono relojero"



Fuentes:
Bendazzi, Giannalberto (2008), Quirino Cristiani, pionero del cine de animación, Ediciones de la Flor, Buenos Aires.
Di Núbila, Domingo (1998), La época de oro, Ediciones del Jilguero, Buenos Aires.
AA.VV. (1984), Historia del cine argentino, Centro Editor de América Latina S.A., Buenos Aires. 

martes, 15 de febrero de 2011

HORACIO QUIROGA

Desterrados, atemporales y condenados
Análisis formal de Los desterrados (Horacio Quiroga, 1926).



Objetivo general

Estudiar las particularidades de la dimensión espacio-temporal en Horacio Quiroga, su articulación con los elementos de la naturaleza en la estructuración del conflicto, y la irrupción del espacio onírico ligado a la muerte como resolución del mismo, dado el siguiente corpus:

·                     Los desterrados. El libro es un compendio de cuentos escritos por Quiroga, y comprende:
                        EL AMBIENTE
                        -“El regreso de Anaconda”
                        LOS TIPOS
                        -“Los desterrados”
                        -“Van-Houten”
                        -“Tacuara-Mansión”
                        -“El hombre muerto”
                        -“El techo de incienso”
                        -“La cámara oscura”
                        -“Los destiladores de naranja”

Objetivos específicos

-Relevar las marcas de autor que presenten la evidencia del manejo de las variables espacio-tiempo en cada uno de los cuentos del corpus.
-Examinar y detallar las coincidencias estilísticas en los cuentos (adjetivaciones, metáforas, uso de circunstanciales, signos de admiración, etc), que revelen la relación entre los elementos de la naturaleza y los acontecimientos narrados.
-Analizar la relación entre los giros dramáticos presentados y las modificaciones climáticas descriptas por el autor.
-Vincular los signos que revelen la irrupción del espacio onírico y la muerte con los desenlaces dramáticos de cada historia narrada.
           
Hipótesis general

Dado que el manejo del espacio-tiempo en Los desterrados está relacionado con los elementos de la naturaleza, y que los desenlaces de sus cuentos tienen una importante vinculación con el mundo onírico y la muerte, es posible afirmar que el tratamiento narrativo realizado por Horacio Quiroga en los mismos está fuertemente orientado hacia la creación de una atmósfera de carácter naturalista y sobrenatural.

Indicadores

Ø    La importancia del tratamiento de tiempo y espacio en los cuentos de Quiroga se evidencia especialmente:

-          En el propio título del libro, el cual si bien hace referencia a los personajes a tratar, indica una clara relación con el espacio y el tiempo.
            -          En la estructuración del libro en dos partes, en el cual la primera refiere explícitamente a la configuración del espacio (EL AMBIENTE).
-          En los títulos de los cuentos, de los cuales cuatro sugieren el aspecto espacial (“Los desterrados”, “Tacuara-Mansión”, “El techo de incienso”, “La cámara oscura”) y cuatro, lo temporal (“El regreso de Anaconda”, “Los desterrados”, “Los destiladores de naranja”, “El hombre muerto”).
           
Ø    La utilización de los elementos de la naturaleza como parte decisiva de sus relatos se presenta:

-                     A través del título del libro, donde la palabra “desterrado” sugiere la idea de una “tierra”, un espacio físico concreto.
-          En la presencia de elementos pertenecientes a la flora y fauna en algunos de los títulos de los cuentos (“El regreso de Anaconda”, “Tacuara-Mansión”, “El Techo de incienso”, “Los destiladores de naranja”).

Ø    Con respecto a la presentación del espacio onírico se puede señalar:

            -          La utilización constante de las palabras “sueño” y “pesadilla”, especialmente hacia el final de los relatos.
            -          El tratamiento de la mirada y de los ojos en todos los cuentos.

Ø    La vinculación entre espacio onírico, muerte y desenlace, se puede observar en:

            -          El título de dos de los cuentos (“La cámara oscura”, “El hombre muerto”).
            -          La permanente confusión de los personajes entre un estado y el otro (“El regreso de Anaconda”, “Los desterrados”, “Los destiladores de naranja”).

Fundamentación teórica y metodología

            La presente investigación se apoyará en el trabajo de Barthélémy (1983) sobre la relación entre tiempo y espacio en Edgar Allan Poe y E.T.A. Hoffman. Asimismo, nos apoyaremos en el análisis de Silberstein sobre la películaRelaciones Peligrosas, especialmente en lo referido al tratamiento..COMPLETAR. También utilizaremos sus conceptos sobre el análisis de los cuerpos y espacios de sentido COMPLETAR. Asimismo, utilizaremos los conceptos de Merleau-Ponty y Maci para analizar el tratamiento de la mirada en la poética de Quiroga, y la noción de “cegueras parciales” como construcción de sistema de percepción y relación con el otro.
                       

Desarrollo:

El espacio-tiempo y el eterno devenir
El libro comienza con “El regreso de Anaconda”, y no es casual. En él, el autor presenta lo que llama “El ambiente”, es decir, el lugar físico donde todos los personajes se van a desenvolver más adelante. Es por ello que este cuento es el único que no está narrado desde el punto de vista humano, perteneciendo al género de la fábula.
La fuerte implicancia entre lo espacial y lo temporal se presenta desde el primer párrafo:
“Cuando Anaconda, en complicidad con los elementos nativos del trópico, meditó y planeó la reconquista del río, acababa de cumplir treinta años”.
El autor trabaja el tiempo con dos elementos simultáneos al mismo tiempo: la especificidad (Anaconda planeó la reconquista justo cuando acababa de cumplir la treintena), y la atemporalidad (no sabemos en qué época ocurrió, si fue hace poco o mucho tiempo, etc).
Desde el punto de vista espacial, la cuestión no es muy distinta. Por un lado, sabemos que la situación sucede en el trópico y que la historia girará alrededor de un río, pero desconocemos el emplazamiento específico.
Este doble manejo de la relación espacio-temporal será una constante en los otros cuentos de Quiroga. En “Los desterrados” (cuento que inaugura la segunda sección), para aludir a los personajes que va a presentar, el autor dice:
“En los tiempos heroicos del obraje y la yerba mate, el Alto Paraná sirvió de campo de acción a algunos tipos riquísimos de color, dos o tres de los cuales alcanzamos a conocer nosotros, treinta años después”.
Una vez más, especificidad y vaguedad al mismo tiempo. Quiroga nos ubica espacial y temporalmente, dejando no obstante un alto grado de indeterminación.
En el comienzo de “Tacuara-Mansión”, lo espacial juega un papel más relevante que lo temporal. No obstante, la configuración narrativa es similar:
“Frente al rancho de don Juan Brown, en Misiones, se levanta un árbol de gran diámetro y ramas retorcidas, que presta a aquél frondosísimo amparo. Bajo este árbol murió, mientras esperaba el día para irse a su casa, Santiago Rivet, en circunstancias bastante singulares para que merezcan ser contadas”.

            Otro de los elementos interesantes para analizar es la concepción del espacio según la mirada del protagonista. En “El regreso de Anaconda”, la espacialidad está orientada hacia lo horizontal, puesto que su protagonista es un reptil. En “El hombre muerto” y “Van-Houten”, la espacialidad en cambio se configura en el abajo-arriba.[1] Ello se debe a la posición de ambos: el hombre que agoniza se halla acostado en el piso, mientras que Van-Houten narra dos hechos en donde casi pierde la vida, y en ambos se halla en un pozo cavado en la tierra. El “recorte de la mirada” planteado por Ponty funciona aquí. El agonizante contempla el paisaje desde su postura acostada, pasando a “habitar” el objeto de recorte y reconfigurando la realidad desde su situación.[2] En el caso de Van-Houten, el mundo es el pozo, y no ve “nada, sino allá arriba un redondel claro, y más abajo chispas de luz en la punta de las piedras”. En estas escenas –y en todos los cuentos de Los desterrados- el mundo está resumido estrictamente a lo que el personaje percibe. Como diría Ponty, no hay “un observador absoluto, igualmente cercano a todas ellas, sin punto de vista, sin cuerpo, sin situación espacial, en suma, pura inteligencia (…) a cada momento, mientras nuestra mirada viaja a través del panorama, estamos sometidos a cierto punto de vista”. (PONTY, SIETE CONFERENCIAS COMPLETAR).
Esta concepción espacial tendrá una fuerte influencia en el tratamiento del tiempo. En el primer cuento, el río no es sólo el escenario donde se disputa el conflicto entre animales y hombres, sino que también está vinculado a la vida de Anaconda: en el río no sólo ha nacido, sino que “hasta donde alcanzaba la memoria de sus antepasados, el río había sido suyo”. Asimismo, en el río conoció a los seres humanos (hecho insinuado en el cuento, y que nos remite a “Anaconda”, cuento incluido en una compilación anterior del escritor).
En el río también conocerá la muerte. Y he aquí un elemento clave en la elaboración del cuento y, creemos, en la construcción estilística de Quiroga. Anaconda, luego de convencer a los otros animales de bloquear el paso del río para que los hombres no accedan a su territorio, se desliza río abajo en un camalote. A poco de estar en él, descubre en otro camalote a un hombre agonizante. Sin explicárselo muy bien, la serpiente se desliza hasta allí, protegiendo al ser humano del ataque de los otros animales. Tres días más tarde, el hombre muere. Poco después, y “al fecundo calor de su descomposición”, Anaconda comienza a poner sus huevos. Instantes más tarde, el enorme reptil es baleado desde una embarcación, muriendo al lado del mensú y su futura prole.
Quiroga nos presenta aquí varios elementos. Por un lado, la configuración espacial es lineal –el río-, ligada a una configuración temporal circular (el ciclo de la vida y la muerte). En este sentido, se entiende mejor la vaguedad espacio-temporal presentada en el principio: no podemos dar mayores precisiones del emplazamiento de la acción, porque en la selva misionera tiempo y espacio se confunden en su infinitud, en su linealidad y circularidad simultáneas.
La idea de lo circular también es trabajada por el autor a nivel espacial. En “El techo de incienso”, tiene un espacio preeminente: circulares son las latas de galletitas donde Orgaz guarda los papeles del registro civil y que tendrá que pasar al libro en el plazo de tres días. Pero especialmente, el círculo aparece hacia el desenlace del cuento, cuando el despreocupado juez debe llevar los papeles al inspector. Para ello realiza un viaje penoso a caballo, a pie y en barco. En determinado momento está por naufragar, cuando la embarcación queda atrapada por la tormenta, “con el horizonte a veinte metros y encerrados en un círculo blanco”.
El círculo también cobra un lugar decisivo en “Van-Houten”. Dos veces el pionero belga estuvo a punto de perder la vida, y en ambas ocasiones se hallaba trabajando en la profundidad de un pozo (tanto el pozo como la repetición del hecho nos remite a la idea de lo cíclico y circular). Finalmente, Van-Houten muere ahogado en el río. Al trasladarlo hasta su casa, su cuerpo estaba “más hinchado que un barril” (lo redondo una vez más).

La naturaleza: entre el crimen, la ayuda y el simple testimonio
            Exponíamos al principio que otra de las marcas de autor presentes en el libro tenía que ver con el tratamiento de los elementos de la naturaleza.
Como ya hemos expuesto anteriormente, la naturaleza funciona aquí como escenario permanente de los hechos. Sin embargo, cuando el desenlace se acerca, su configuración se transforma, y lo que antes podía ser un mero elemento decorativo, o incluso tener un carácter positivo (como en “El regreso de Anaconda” al caer la lluvia), contiene ahora una carga amenazante o directamente mortífera (“el agua pestilente”, “el barro de intolerable resplandor”, “río de fuego”, “un sol a plomo”, etc).
El climax dramático suele ser anticipado por un cambio climático, o por la repentina aparición de un obstáculo geo-físico: en “Los desterrados”, Joao Pedro y Tirafogo son detenidos en su regreso por la llegada de las grandes lluvias, así como Orgaz en su ida hasta Posadas; la hija del doctor Else cae enferma por el mismo motivo en “Los destiladores de naranja”. Juan Brown y Rivet nunca encuentran “Tacuara-Mansión” por “culpa” del monte, y los animales en “El regreso de Anaconda” no pueden llevar a cabo su plan debido a la crecida “cansada y falta del coraje”.
El color con que es descrito el ambiente también prefigura los acontecimientos. El sol puede pasar de amarillo a anaranjado, y hasta desaparecer (“El regreso de Anaconda”), el otoño y el rojo configuran la inminencia del desenlace fatal (“Los desterrados”), como también lo hace el “agua negra” en “Van-Houten”.
Pero Quiroga no utiliza únicamente el color premonitorio para describir el paisaje. También los elementos pertenecientes al hombre modifican su cromatismo cuando el final se acerca: las uñas azules del juez anticipan su muerte en “La cámara oscura”, y el vestido negro de Inés hace otro tanto en “Los destiladores de naranja”.[3]
 
El sueño, la mirada y la muerte
Los cuentos de Quiroga presentan otra particularidad, y es la fuerte vinculación entre los elementos oníricos, la muerte y el desenlace. El tratamiento del mismo se articula básicamente a través de los sentidos, pero especialmente enfocado en la mirada. En “El regreso de Anaconda”, la misma está presente en todo el devenir dramático. Anaconda es quien guía a los animales en la cruzada, la cual consiste, precisamente, en “cegar” al río para impedir el avance de los hombres. Durante días el río y sus animales quedan en un estado de trance, casi hipnótico. Sin embargo, al darse cuenta que la inundación había fracasado, Anaconda “no soñaba más”. Poco después, al ser herida de muerte, “vio de pronto ante sus ojos la selva natal en un viviente panorama”. Sintiéndose nuevamente adormilada, “y pensando deponer suavemente la cabeza a lo largo de sus huevos, la aplastó contra el suelo en el sueño final”.
En “Los desterrados”, la mirada aparece en todo el cuento: en el duelo entre Joao Pedro y su patrón, en el “fuego” que quema los ojos de Tirafogo al recordar su tierra natal, y, por supuesto, en el desenlace cuando el moreno, acostado en el piso abre los ojos y “ve” por fin, la tierra prometida.
Lo onírico está presente en el accionar y el decir de los protagonistas de varios de los cuentos: en el final de su aventura, Anaconda “tiene” sueño, así como Joao Pedro y Tirafogo; el “hombre muerto” también oscila entre el descanso y la muerte; Van-Houten se despide con un “hasta mañana” antes de morir (saludo que podemos asociar a lo que se dice al ir a la cama a descansar), Inés es asesinada en medio del “delirium tremens” (estado similar al sueño) de su padre, etc.
Es especialmente interesante el tratamiento de lo onírico en “La cámara oscura”. Por un lado, a través del “cuento del tío” al que fue sometido el juez y del que nadie cree realmente que haya ocurrido. Por otro lado, también su enfermedad y su muerte son puestas en duda –incluso se le pide al protagonista que  fotografíe el cadáver, como si hubiera que corroborar su deceso con pruebas más contundentes que la propia evidencia del cuerpo sin vida. Finalmente, la escena en que protagonista y cadáver son encerrados para realizar el proceso fotográfico recuerda mucho a la idea del ataúd, de la oscuridad de la muerte. Al finalizar aquella “pesadilla de diez horas” (que además transcurre durante la noche) el protagonista dice, refiriéndose al paisaje que ve desde la puerta: “Todo esto me era bien conocido, pues era mi vida real. Y caminando de un lado a otro, esperé tranquilo el día para recomenzarla”.

Conclusiones:
Hemos intentado realizar una serie de reflexiones sobre el manejo de los elementos narrativos en Los desterrados, de Horacio Quiroga. Si bien desarrollamos algunos de las marcas de autor que juzgamos fundamentales (manejo espacio-tiempo, vínculo entre naturaleza y  aconteceres dramáticos, relación entre sueño, muerte y desenlace), hemos omitido otros vectores de análisis que quizás hubieran enriquecido el trabajo (relación entre el adentro y el afuera, anticipación, trabajo con pares de opuestos, el uso del número tres para denotar el paso del tiempo, etc.), pero que probablemente desviarían la atención sobre los elementos que nos interesaban focalizar: cómo utiliza el autor los elementos formales para crear una atmósfera que sea al mismo tiempo creíble y sobrenatural.







Bibliografía

Barthélémy, J-M.
-           1983, “Espacio y tiempo en Poe y Hoffman”, enPsychopathologie Phénoméno-Structurale des alcooliques, Eres, Toulouse, Francia.
Maci, G.
El ojo y la escena, conferencias dictadas en la cátedra entre 1986 y 1996.
Merleau-Ponty, M.
-           2003, El mundo de la percepción: Siete Conferencias, Fondo de Cultura Económica, Argentina.
-           1985, La fenomenología de la percepción, Planeta, Madrid, España.
Quiroga, H.
-           1956 (1926, primera edición), Los desterrados, Editorial Losada, Buenos Aires.
Silberstein, F.
-          2001, Estructura y estilo en Stephen Frears Relaciones Peligrosas, Plenario de las II Jornadas del Eincited, Instituto de Artes del Espectáculo, Facultad de Filosofía y Letras (UBA), 30 de noviembre de 2001, Buenos Aires.
-          1996, “Cuerpos y espacios de sentido en el análisis de una obra”, en Revista EOS, Asociación Psicoanalítica Argentina, Buenos Aires.



[1] En este punto podríamos pensar en un vector de relación con la configuración espacial hacia lo alto y lo bajo planteada por Barthélémy con respecto al trabajo de Poe (1983:2).
[2] Especialmente interesante resulta, además, el tratamiento de su mirada hacia el final del cuento, cuando se “aleja” con la mente de su cuerpo, y alcanza a contemplarse a sí mismo desde una perspectiva aérea, que recuerda la mirada de un pájaro.
[3] Con respecto a este cuento, resulta muy interesante el tratamiento del color, pues todo está configurado en la gama de los cálidos: el naranja, el rojo y el amarillo dominan la escena. Únicamente aparece el negro cuando la muerte se presenta, encarnada en la figura de Inés.



Más información: http://gardelbsas.blogspot.com/2011/02/la-deriva-ilustracion-de-patricia.html

lunes, 14 de febrero de 2011

BALADA PARA UN LOCO: EL NEGRO RAÚL

Por Julián Barsky

Originalmente publicado en Revista Todo es Historia, 2006

“…cuando de repente, detrás de ese árbol, se aparece él,
mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte
en el viaje a Venus. Medio melón en la cabeza,
las rayas de la camisa pintadas en la piel,
dos medias suelas clavadas en los pies,
y una banderita de taxi libre en cada mano...”
(Horacio Ferrer - Astor Piazzolla, “Balada para un loco”, 1969)


Introducción

Hacia principios del siglo XX, la locura “estaba de moda”. Con la irrupción de Nietzche, Freud y Marx la conducta del ser humano, la familia y la sociedad se habían puesto bajo la lupa. Términos como histeria o alienación empezaban a escucharse aquí y allá. Alemania limpiaba los fusiles bajo la férrea mano del Káiser Guillermo, y los bóers se enfrascaban en sangrienta lucha en la lejana África.
En Argentina, la locura también decía presente. Sarmiento ya había planteado la "civilización o barbarie", Ramos Mejia realizaba sus estudios sobre la neurosis de los “hombres célebres” y Horacio Quiroga conmocionaba a miles de lectores con la historia de cuatro hermanos dementes en “La gallina degollada”. A nivel popular, el horror tenía forma de varón: de París llegaban las noticias del asesino Landrú, Cayetano Godino "El petiso orejudo" y los anarquistas se disputaban el lugar de máxima amenaza para las familias porteñas, mientras que los pregoneros del Boletín de última hora relataban en verso el último crimen ocurrido en la ciudad. La llegada del cometa Halley y su promesa apocalíptica era la cereza de la torta, igualando al mundo en aquella verdadera "marea" de psicosis colectiva.
Es en ese contexto que vendría al mundo “El negro Raúl”.

Nunca tuvo un buen hogar, no fué padre ni buen hijo[1]

Raúl Grigera (¿Grijera, Grigeras, Grigeras?) había nacido hacia 1886. Poco se sabe de su origen, aunque decía provenir de una familia de los barrios del Sur, único retoño de un organista de la iglesia Nuestra Señora de Monserrat.[2]
Hacia mediados de la década del `10 el padre fallecería, por lo que el muchacho debió salir al mundo. Su debilidad de carácter –y quizás algún grado de retardo- no le permitieron conseguir un empleo estable, debiendo conformarse con trabajos eventuales. Uno de los últimos habría sido en un circo, en calidad de clown. Poco después, sin embargo, también fue despedido, sin que se conozcan los motivos.
Raúl quedó en la calle. Comenzó a ganarse la vida a través de la mendicidad, para la que descubrió tener una especial gracia. “Se congraciaba por la risa cordial que blanqueaba en su cara tosca, por algunos pasos de baile, más o menos cómicos, y, sobre todo, por su negrura”, recordaba el escritor Bioy Casares.
Su figura llamó una noche la atención de una “patota”; y a partir de ese momento, su vida no volvería a ser la misma...

Las patotas

"PATOTA. Leng. gen. Conjunto de personas reunidas con algún fin. Pandilla de jóvenes alborotadores y pendencieros, en un principio pertenecientes a las clases más adineradas, amigos de cometer desmanes y agredir a los ciudadanos pacíficos por pura diversión. Por alusión a los patos que remontan vuelo en bandada. Patotero: miembro de una patota" (Gobello, 1997).

Este tipo de pandillas –que contaban además con la protección de la policía- se conocían en Buenos Aires desde larga data. Ya hacia 1862, las crónicas registraban actos vandálicos efectuados por una “patota”. El grupo –que incluía entre sus miembros algunos apellidos ilustres, como Domingo Sarmiento, Bartolomé Mitre y Juan Cruz Varela- había realizado una serie de disturbios en la zona del Bajo. Así lo registraba en su informe el comisario Mateo Pacheco:

“Primeramente vinieron por la calle de Reconquista y rompieron los vidrios del lupanar de Adelaida N. No 167 y de allí siguieron hasta la calle de Mayo y entraron en el lupanar No 198 donde pidieron cerveza y porque no se les despachó empezaron el desorden apagando una lámpara que había en la sala y volteando una olla de la comida que estaba en el patio en un brasero”.

El dueño, alarmado, envió a una de sus pupilas a llamar a la patrulla. Sin embargo, tampoco la llegada de la policía significó el final de la violencia, pues “a la intimación que se les hizo de hacer alto, contestaron algunos con insultos y entre ellos Domingo Robusion que dijo que les había de marcar bala”. Tras una serie de tensiones y amenazas, el escándalo culminaría con la detención de los presentes (Lamas, Binda, 1998:29-30).

Poco después, el tranvía a caballo se transformaba en el principal medio de transporte. Los jóvenes de familia “bien” no solían viajar en tranvía, pero sí se reunían en grupo para “alquilar” alguno y dar un paseo junto con sus damas. No bien comenzado el viaje, desalojaban al conductor, tomando las riendas y lanzándose a todo galope, arremetiendo contra desprevenidos peatones y carros de vendedores. A tal velocidad iban, que ni alcanzaban a escuchar la sarta de insultos que, en múltiples lenguas, seguramente vociferaban aquellos comerciantes al ver su mercadería destruída...

A medida que fueron pasando los años, sus “hazañas” también crecieron. En esa dirección, uno de los casos más notables fue el sufrido por Carlos Gardel en 1915.
En aquella ocasión, el “Morocho” se encontraba en el Palais de Glace con sus amigos Carlos Morganti y Elías Alippi. Este último, actor y bailarín de tango, se lució realizando algunos cortes. Un grupo de "niños bien" comenzó a burlarse, por lo que los artistas decidieron retirarse del local, tomando un coche de alquiler. Una vez en la calle, sin embargo, fueron rodeados por tres coches. Gardel descendió del vehículo, dispuesto a ponerle fin a la persecución:

-Miren muchachos, nosotros somos gente grande y no tenemos nada que ver con las diversiones de ustedes, así que agarren para otro lado y déjennos en paz…

Uno de los agresores –luego identificado como Roberto Guevara- reaccionó inmediatamente, extrayendo un revólver y disparándole a quemarropa. Carlos fue trasladado hasta la Asistencia Pública y luego al Hospital Ramos Mejía, donde los médicos decidieron no extirparle la bala alojada en el pulmón izquierdo, pues no ponía en riesgo su salud.

Curiosamente, la poética tanguera incorporó a su imaginario la figura del “patotero”, pero cubriéndola de una dimensión nostálgica, épica o inclusive humorística. Son los casos de “Una noche de garufa” (Clausi-Arolas, 1909), "Patotero Sentimental" (Jovés-Romero, 1922), o “Shushetta” (Cobián-Cadícamo, 1934), entre otros.[3]

…Y empezó a sonar la orquesta[4]

Una de las esquinas favoritas en el recorrido de los muchachos acaudalados y ociosos, era Corrientes y Esmeralda, como bien lo recordaba Celedonio Flores en el tango homónimo de 1933:

“Amainaron guapos junto a tus ochavas
cuando un cajetilla los calzó de cross
y te dieron lustre las patotas bravas
allá por el año... novecientos dos...”[5]

Precisamente en aquella esquina “vivía” Raúl. Su pinta singular resultó irresistible para el grupo, siendo rápidamente incorporado a la juerga. Al principio, aquello consistió nada más que en vestirlo con los trajes que sobraban de sus guardarropas. El “negro Raúl”, como comenzaron a llamarlo, se paseaba orgulloso con aquel vestuario usado pero de lujo: polainas, bastón, galerita, guantes “patito” y hasta una flor en el ojal. Para completar la parodia del “perfecto dandy”, poco después comenzó a fumar enormes habanos, regalo de algún “protector”.
Viendo la buena predisposición del negro y la conmoción social que causaba tan improbable sociedad, comenzaron a “pasearlo” por la elegante calle Florida. En otra ocasión fueron más allá, haciéndolo desfilar por la Avenida de Mayo vestido con un frac gigantesco y un letrero que rezaba: “se alquila”.
Las chanzas se hacían más pesadas. Cierto día la barra capitaneada por el elegante “Macoco”[6] vistió a Raúl de almirante y lo arrojó a una de las fuentes de Plaza de Mayo. Más adelante, cuando descubrieron que tenía poca “cabeza” para la bebida, se les hizo una costumbre emborracharlo para espiar sus reacciones, y luego arrastrarlo hasta algún cabaret. En una de aquellas oportunidades, lo habrían llevado a un prostíbulo de la calle Junín y simulado su casamiento con una pupila francesa, con uno de los “niños” ejerciendo de sacerdote.
Las bromas continuaron, sin escatimar ingenio ni audacia: Raúl pintado a la cal, Raúl embreado y emplumado, algún bañito a medianoche en la tina para caballos...
Hacia principios del siglo XX, estaban de moda entre las familias acomodadas los viajes a París por simple distracción. En aquellas travesías, los porteños se harían fama de derrochadores. A tal punto llegaría que luego, cuando un comensal de cualquier nacionalidad realizaba un exagerado gasto, se decía:

-Es rico como un argentino...

Así pues, en cierta ocasión, el “negro Raúl” fue llevado por un grupo que juzgó irresistible la tentación de pasear a su bufón por los elegantes boulevares de la capital francesa. Poco se sabe de aquella aventura, salvo que le hicieron pedir limosna en la vía pública.
Realizaría un segundo viaje por cortesía de sus compañeros de juerga, esta vez de cabotaje. El destino: Mar del Plata, la ciudad balnearia por excelencia en aquel entonces. Para la ocasión, lo encerraron en un ataúd y lo cargaron en un tren, remitiéndolo como regalo bajo el cartel de “FRÁGIL” a las tías de uno de los juerguistas, quienes vivían en el balneario. Grande fue el susto cuando, al abrir el cajón, vieron emerger la figura del moreno, medio asfixiado y vestido con su ropa de gala.

Una historia de locos

 
Simultáneamente a aquellas travesías, comenzaban a llegar de Europa los primeras teorías sobre la alienación y las conductas sociales. En ese sentido, será clave la figura de Ingenieros, fiel representante de un pensar y sentir de la época.
Giusseppe Ingegnieros –tal su verdadero nombre- había nacido en Palermo, Italia, en 1877, mudándose poco tiempo después a Buenos Aires con sus padres. Tras finalizar el secundario en el Nacional Buenos Aires, ingresaría a la Facultad de Medicina. Además de una fuerte militancia en las filas del socialismo, en pocos años se destacaría en una amplia cantidad de campos, que iban desde la sociología hasta la antropología criminal, la medicina legal y la psiquiatría.
Hacia fines de la década del ´10, publicaría “Historia de la locura en Argentina”, una larga recopilación de datos y publicaciones acerca de locos, alienistas y asilos, que constituiría la primera historia de la psiquiatría en el país.
En dicho libro, Ingenieros comenzaba desarrollando un recorrido por el período colonial. Por aquel entonces, narra, los alienados eran divididos en tres grupos: los furiosos, los deprimidos y los tranquilos.
Los furiosos eran conducidos a la cárcel, donde se les aplicaban castigos corporales con el fin de "amansarlos". Pasado el período de agitación, volvían a su hogar de origen, para seguir “la cura” con el Padre o el Hechicero, según la raza.
Los deprimidos eran asistidos en su domicilio. En el caso de que la enfermedad se hiciera crónica, la familia lo recluía en una habitación separada de las otras o sino, se lo enviaba a una quinta, bajo el cuidado de un fraile o monja de elevada edad... y discreción.
Los tranquilos estaban dividos, a su vez, en tres grupos: los "maniáticos", los "zonzos" y los "graciosos". Los primeros eran delirantes parciales, que podían llegar a adaptarse al medio; los segundos, más indefensos, solían quedar confinados al hogar, donde desempeñaban tareas menores y hacían vida familiar.
Con respecto a los "graciosos" –a los que luego se llamaría “locos lindos”-, éstos “alegraban la vida urbana y se les trataba en todas partes con simpatía; los Incas habían tenido bufones y siguieron teniéndolos los virreyes, gobernadores y obispos, y más tarde los mandones de toda América. En algunas familias adineradas se acostumbraba tener uno o dos locos parlanchines, para alegrar la mesa, divertir a las relaciones y entretener a los niños” (Ingenieros, 1919:15-6). Como vemos, la historia del “negro Raúl” dista de ser un accidente, sino que pertenece a una larga tradición.

 

La raza negra lucha por la vida


PA000677Además de realizar aquel exhaustivo trabajo de recopilación sobre el tratamiento de la locura, Ingenieros contribuiría al pensamiento local con otros aportes. Se basaba en una tesis claramente determinista, en la cual el hombre no escapaba a las leyes generales del principio biológico-evolucionista de la selección natural. De este modo, los productos culturales -incluidas la economía y la moral-, no serían sino mecanismos biológicos orientados a la conservación de los individuos y su comunidad.

“Todos los seres vivos luchan por la vida. El hombre, lo mismo que las otras especies, está sometido a ella; las sociedades humanas, lo mismo que las otras sociedades animales. Individuos y naciones, partidos y razas, sectas y escuelas, luchan por la vida entre sí, para conservarse y crecer”.

Para ser parte de esa lucha por la supervivencia, la Naturaleza habría provisto a los seres vivos de distintos medios. Estos estaban vinculados básicamente a dos categorías: los unos a base de fraude, los otros fundados en la violencia. Esta lucha incluía a los sexos, las clases sociales y hasta las razas.[7]

Antecedentes
En Buenos Aires, los negros habían sido emancipados hacía mucho. Hacia fines del siglo XVIII, el crecimiento demográfico de la población negra obligó a sus amos, incapaces de sostenerles, a otorgarles la libertad. A cambio, aquellos permanecerían bajo su tutela, ocupándose de las actividades de mantenimiento doméstico y producción: quinteros, cocheros, albañiles, peones, lavanderas, dulceras, amas de cría, etc.
La conversión al catolicismo sería otra condición impuesta a los negros quienes sin embargo, nunca abandonarían totalmente sus ritos originarios. Y desde este mismo punto de vista, preferirían entregarse a los cuidados del hechicero de su “nación” que a los frailes encargados de la medicina oficial. Sin embargo, según Ingenieros, las prácticas médicas de los brujos contribuían más a producir la locura que a otra cosa. El filósofo, que supo presenciar en su infancia alguno de estos ritos, lo describía así:

“Solían reunirse, en efecto, a "bailar el santo", ceremonia místico-brujeril que precedía a las invocaciones, profecías o curaciones. Al son de tamboriles y otros instrumentos africanos se hacían ofrendas en especies ante un altar afro-católico, en que se mezclaban estampas, santos, útiles de cocina, sartas de cuentas de vidrio, caracoles, comestibles, bebidas, armas, patas de gallo, cuernos de animales, plumas, etc.; el sacerdote o brujo hacía invocaciones en la lengua africana que a veces eran repetidas o coreadas por la concurrencia, hasta que algunas de las negras presentes se ponía a bailar, agitándose cada vez más, hasta caer presa de un ataque hístero-epileptiforme, seguido de un sopor cataleptóideo, que, según la protagonista, duraba pocos minutos o varias horas. Ya el "santo" (nombre colectivo del altar o particular de alguna imagen), estaba "bailado"; entonces el brujo operaba con palabras y con las manos sobre el enfermo, si estaba allí, o le enviaba algún talismán o amuleto, por medio de sus parientes, si su enfermedad impedía traerlo” (Ingenieros, 1919:13-4.).

Con el devenir de los años, la creciente inmigración europea y la paulatina desaparición de la gente de color, todo lo relacionado con el negro -sus bailes, su habla, su vestimenta, etc.- pasaría a ser visto como curioso, excéntrico, o directamente peligroso.[8] En esta dirección, no resulta sorprendente ver que los alienados de piel negra y mulata adquirieran gran fama en Buenos Aires, destacándose por encima de los blancos.
El primer antecedente registrado de un alienado de color es quizás el de un mulato que fuera cliente de los abuelos del doctor Vicente F. López. El hombre en cuestión sufría periódicamente la locura de creerse rey de su "nación", padeciendo un par de semanas de agitación, seguidas por tres o cuatro meses de melancolía.  Fue reclutado para combatir en el Alto Perú durante el período revolucionario, de donde no volvería.
A fines del siglo XVIII, los locos e incurables de Buenos Aires se hallaban confinados en un rancho pegado al hospital San Martín (luego llamado Santa Catalina). Los de mayor aptitud pasaban a trabajar de sirvientes o enfermeros en el propio hospital. Hacia 1820, uno de aquellos alienados había adquirido fama en la ciudad, especialmente en la barriada de San Francisco. Aquel negro fue muy pronto conocido por "el loco del hospital", y su manía era la de creer que un brujo le había introducido en el abdomen varios sapos, los cuales se dedicaban a comerle "los hígados".

Sin embargo, la “fama” de los locos negros se consolidaría recién con la irrupción en el poder de Juan Manuel de Rosas.
Las crónicas cuentan que durante su juventud, Rosas frecuentaba los puestos y bandolas de las recovas, en la plaza de la Victoria, “armando juerga en torno de algún negro o mulato extraviado de juicio, que mezclaba las procacidades de su delirio con risueñas retóricas de exaltado patriotismo”.
“Desde que Rosas llegó al gobierno –cuenta Ingenieros- se organizó en torno suyo un cuerpo de bufones; unos le servían para alegrar el ánimo, otros para fastidiar a personas antipáticas, varios como agentes de propaganda política y no pocos en su complicadísimo servicio de espionaje”.
Cuatro personajes se destacarían en esa “trouppe”, con la singularidad de ser mulatos tres de ellos y el restante negro: Don Eusebio, el Reverendo Padre Viguá, el Loco Bautista y el Negro Marcelino.
Don Eusebio de la Federación era el más hábil de ellos. Con gran perspicacia, descubría enseguida cuál de las personas presentes era la más antipática para su amo, y sobre ella comenzaba sus burlas, señalando elementos de su vestuario o haciendo comparaciones ridículas con alguna parte de la anatomía. El burlado no podía hacer otra cosa que soportar las “atenciones” del mulato, sonriendo cortesmente hasta que Rosas, fingiendo fastidio, ordenaba cesar la farsa.
Siguiendo en categoría, aparece el Padre Viguá, o “Su Paternidad”. Las “bromas” del Padre consistían principalmente en dos: dormir en las mejores camas de la quinta (exceptuando las de Rosas y su hija Manuelita), y torturar verbalmente a los prisioneros.
En el primer caso, Viguá solía acostarse en cualquier cama que le viniera en gana, agrediendo al dueño si éste le exigía su devolución. Cuando el burlado reaccionaba, golpeando al loco o algo por el estilo Rosas intervenía, siempre en beneficio de Viguá. El Padre se vengaba al poco tiempo de su castigador, jugándole alguna broma pesada en presencia de Rosas, y por consiguiente libre de peligros.
Con respecto a lo segundo, el caso más resonante fue la ejecución de los hermanos Reynalé. En dicha ocasión, Rosas envió a Viguá a mortificar a las víctimas, ofreciéndoles el perdón eterno a cambio de la confesión. Guillermo Reynalé, cansado del hostigamiento del mulato, le dio una bofetada. El hombre pagó caro aquel golpe, pues aquel día no recibió alimento alguno y sufrió una fuerte golpiza, para que aprendiera a respetar a los enviados del Gobernador.
Pero ser bufón de Rosas no implicaba únicamente privilegios, pues también era común que el gobernador descargara su fastidio sobre ellos. Tales eran los casos del Loco Bautista y el Negro Marcelino.
Bautista solía ser empleado como víctima pasiva de las diversiones del gobernador y sus compinches: se dice –quizás exageradamente- que solían inflarle los intestinos por medio de fuelles y luego lo montaban en espuelas, o bien le arrancaban los pelos del periné con pinzas.
Marcelino completaba el cuadro. Debido al color de su piel, su "rango" era inferior en relación a los otros bufones. Su papel, en cambio, cobraba importancia en las comisiones enviadas a la ciudad en plan de burla, y en las pequeñas raterías a las que lo solían enviar el Padre Viguá o el propio Rosas.

La lucha por la vida desde el aspecto individual


Expusimos antes el pensamiento de Ingenieros con respecto a los condicionantes sociales y raciales en la lucha por la vida. Podría inferirse erróneamente de ello que el teórico no dio importancia al aspecto psicológico. En este sentido, sostenía que había dos factores determinantes en la personalidad y la conducta: el temperamento –la predisposición inicial del individuo para responder a las influencias del medio-, y la experiencia, donde radicaría la explicación de todo fenómeno psíquico, desde el más elemental hasta el más complejo.
Sin embargo, pensar en la existencia del libre albedrío sería un error, pues lo que llamamos “elegir” es un proceso puramente biomecánico y bioquímico. Es decir, que sería “tan poco libre el hombre de genio cuando inventa o descubre, como el criminal cuando mata o estupra; el primero no puede evitar el invento ni el segundo su delito”.

Fueron años de cercos y glicinas, de la vida en orsay, del tiempo loco[9]

Visto desde este punto de vista, el destino de Raúl parecía sellado o, al menos, justificado.[10] La única posibilidad que podía tener un hombre de su condición para sobrevivir, estaba en las estrategias que utilizara en la lucha por la vida. Descartada la violencia, sólo le quedaba la simulación. Quizás fuera por ello que el moreno aceptaba las burlas de tan buen grado, exagerando sus modales y sobreactuando la locura con gestos grandilocuentes y sonoras carcajadas, como lo recordaba Bioy Casares:

“Yo siempre creí (sin indagar mucho las causas) que el Negro Raúl me conocía. El hecho me infundía cierto orgullo. Evidentemente, el Negro me saludaba como a un conocido y hasta hoy no se me ocurrió pensar que para lograr sus fines le convenía esa actitud de personaje conocido y aceptado. Desde luego, en esto no mentía; él era un hombre conocido, más conocido que muchos de sus protectores. Ahora estoy por afirmar que me llamaba Adolfito; habrá oído a la niñera, que me llamaba así, y debió de ser bastante vivo, rápido para pescar en el aire informaciones útiles.
“Me acuerdo del Negro, parado y gesticulando, en medio de la calle Uruguay o Montevideo, mientras yo lo miraba y le tiraba monedas desde los balcones del tercer piso de la casa de mi abuela, que hacía esquina (Uruguay 1400), donde vivíamos en aquellos años. Debía de haber entonces poco tráfico, ya que el Negro hacía sus piruetas en medio de la calle y mirando para arriba a la gente que le arrojaba limosna desde los balcones y ventanas” (Bioy Casares, 2001).

Hacia mediados de la década del `10, las historietas cómicas ya se hallaban afincadas en el gusto popular. Ligado a la fuerte corriente nacionalista que parecía afiebrar Buenos Aires, los dibujantes comenzaron a buscar modelos locales acordes con la nueva idiosincracia del lector.
En 1916 el dibujante Lanteri publicó en El Hogar una historieta titulada “Las aventuras del negro Raúl”, inspirada en el personaje homónimo. La misma consistía en un tema central (“Raúl en la parada”, “El viento y la moda”, “Un partido de football”), desarrollado a través de las desventuras vividas por el mendigo. El último cuadrito mostraba al personaje en situación ridícula, mientras abajo se leía una moraleja en verso. La historieta saldría por espacio de tres años.


En 1919, el cine también repararía en Raúl. En este caso, se trató de un largometraje llamado Una noche de gala en el Colón (también conocido como “La Carmen Criolla”). La película, producida por Valle y animada por el mono Taborda, estaba dividida en dos partes. La primera, realizada en base a muñecos, comenzaba ambientada en el vestíbulo del teatro, concluyendo cuando el público tomaba asiento. La segunda parte, hecha en dibujos, mostraba la representación de la ópera, con el presidente Yrigoyen haciendo de “Carmen” y sus ministros en los otros papeles; desde el foso, una orquesta de gatos se encargaba del acompañamiento musical...
Para realizar los muñecos “Taborda, trabajando en base a fotografías o a impresiones personales, según los casos, dibujó los rostros de Yrigoyen, de sus colaboradores inmediatos y de varios tipos infaltables en los grandes acontecimientos: Benito Villanueva, Julito Roca, el “payo” Roqué, el “negro” Raúl, Peracca, Saavedra Lamas, Guerrico Villiams, Alfredo L. Palacios, etcétera, etcétera.
“Sobre los originales preparados por Taborda un escultor confeccionó los modelos en plastina; luego de las correcciones necesarias se prepararon los moldes y se hicieron los muñecos, que posteriormente fueron pintados” (Di Núbila, 1996:75-6). Pese a sus notables innovaciones técnicas, el film  distó de ser del agrado del público.


El tango tampoco olvidó al moreno. Ángel Bassi, de la Guardia Vieja, compondría “7° Tango Criollo para piano”, dedicándolo "Al popular Raúl Grigeras". Por su parte, Sebastián Piana creó una serie de tangos fusionados con candombe, a los cuales el poeta León Benarós puso letra. Las mismas estaban basadas en casos documentados de negros entre 1790 y 1916, y entre ellos destacaba uno dedicado al “Negro Raúl”, titulado “Títere roto”.[11]
Raúl además sería recordado en un tango póstumo, “Madrugada porteña” (Punzi y libertilla, 1984):

“Madrugada porteña,..de Corrientes angosta
que tenía los ojos esmaltados de azúl
con un cielo de nubes, mas allá de la costa
de una rubia del brazo,..con el negro Raúl”.

¿Por qué los años locos, de ayer, no vuelven más?[12]

A comienzos de la década del 20, la crisis económica empezó a afectar las cotizaciones de los productos agrícola-ganaderos. Los “niños bien” debieron entonces olvidarse de sus “calavereadas” y dedicarse al cuidado del patrimonio familiar.
“El negro Raúl” fue uno de los juguetes más rápidamente desechados. Obligado a buscar otras fuentes de subsistencia, comenzó a vender sus pocas pertenencias. Únicamente conservaría un anillo estrambótico, ciertos giros idiomáticos, y un aire a caballero caído en desgracia.[13]
Empezó a deambular por bares y cafés, contando su historia por monedas o mejor aún, a cambio de un vaso de vino. Los vecinos de Montserrat, apiadados, le daban de comer. Sin residencia fija y cada vez más perdido en el alcohol, entró en una fase delirante. Sin embargo, de vez en cuando tenía raptos de lucidez (como en una ocasión en que lo corrieron a piedradas cuando se hallaba tentando suerte en un barrio alejado del centro) desapareciendo por algún tiempo, avergonzado.[14]
Muchas veces se lo dio por muerto (los periódicos publicaron su necrológica en alguna oportunidad). Sin embargo, al poco tiempo Raúl volvía a aparecer, reiniciando sus rutinas y morisquetas en busca de una limosna. Solía cantar, incansable, un estribillo que rezaba:

“Se acabó Buenos Aires…”

Tenía razón: Buenos Aires se acabó; al menos para él. “El negro Raúl” cayó en el olvido, y nada más se supo. Treinta años más tarde, las crónicas registraron su muerte: el 9 de agosto de 1955, Raúl Grigera (¿Grijera, Grigeras o Grigeras?) fallecía en la Colonia Psiquiátrica Nacional de Open Door, en el partido de Luján. No hubo nadie que reclamara los restos del almirante sin batallas, de aquel dandy de opereta, de un verdadero artista del hambre.

“y así, medio bailando, medio volando,
se saca el melón, me saluda, me regala una banderita
y me dice adiós”.




Bibliografía

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            -1996, Cuando el cine fue aventura, Ediciones del Jilguero, Buenos Aires.
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-1919 (1906), Crónicas de viaje, L.J. Rosso, Buenos Aires.
-1956 (1903), La simulación en la lucha por la vida, Elmer Editor, Buenos Aires.
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-1905, Locos de verano. Obra en tres actos. Compañía Nacional Gerónimo Podestá.
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-1998, El tango en la sociedad porteña, Ediciones Héctor L.Lucci, Buenos Aires.
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-1997, El Buenos Aires de Ángel G.Villoldo, Corregidor, Buenos Aires.
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-2006, “Familia de dos siglos. Los Álzaga y sus épocas”, en  Suplemento Cultura, La Nación, Domingo 4 de junio de 2006.
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-2001, “Historia de la ciencia y del pensamiento americano. El Idealismo de José Ingenieros”, en Arandú, No.1, Buenos Aires. Disponible en web: http://www.fundacionazara.org.ar/Down/Ingenieros.pdf.

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                -1982, “Crónicas mas o menos veraces. El negro Raúl”, en SuperHum(r), No.19, julio/agosto 1982, Buenos Aires.

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            -1985, Historia del humor gráfico y escrito en la Argentina, Vol.1, EUDEBA, Buenos Aires.

Agradecimientos
            A la Profesora María Cristina Moreno, por sus reflexiones sobre la conformación de las “patotas”, su relación con el patriciado, y el rol del hombre de color en la Buenos Aires del siglo XIX.


[1] De “Un loco en la calesita” (Páez, 1983).
[2] En 1755 fue creada en Buenos Aires la Hermandad de Nuestra Señora de Monserrat. Un año después, se le encargó al arquitecto Antonio Masella el proyecto de una iglesia. Construida con ladrillos de adobe blanqueados a la cal, y con un cementerio anexo, la iglesia fue erigida parroquia en 1769.
A mediados del siglo XIX, la falta de mantenimiento había deteriorado el pequeño edificio. Una comisión de vecinos tomó a su cargo la construcción de una nueva iglesia, inaugurada el 1° de septiembre de 1865.
[3] “Toda la calle Florida te vio/ con tus polainas, galera y bastón.
Te apodaban "el shusheta”/ por lo bien que te vestías.
Peleador y calavera/ a tu manera te divertías...
Y hecho un Dandy, medio en copas, / en los altos del Casino
la patota te aclamaba / si milongueabas un buen gotán”.
[4] De “Un loco en la calesita” (ob cit).
[5] Aparentemente, aquella trifulca ocurrió. Algunos de los protagonistas habrían sido Jorge Newbery (de quien se dice que fue el autor del “cross”) y Horacio Anasagasti, quienes más tarde compartirían proyectos vinculados a los viajes en globo y automóviles.
[6] “Macoco” era el apodo de Martín Álzaga Unzué, famoso “playboy” y juerguista (de hecho, se sospecha que Cobián habría compuesto el tango “Shushetta” inspirado en él). Descendiente de familias de linaje, supo ser “gran deportista, campeón de automovilismo, habitué de los salones y cabarets de París, amante -cuando se estableció en Hollywood- de Gloria Swanson y de otras célebres actrices, y dueño del "Marocco", de Nueva York” (Requeni, A., La Nación, 4/6/2006).
[7] “La superioridad de la raza blanca es un hecho aceptado hasta por los que niegan la existencia de la lucha de razas. La selección natural, inviolable a la larga para el hombre como para las demás especies, tiende a extinguir las razas de color, toda vez que se encuentran frente a frente con la blanca en las regiones habitadas por ésta” (Ingenieros, 1957:29).
[8] “Los negros se han extinguido; los mulatos de la zona templada son cada vez más blancos. En Buenos Aires, un negro argentino constituye un objeto de curiosidad” (Ingenieros, 1957:326).
[9] De “A Homero” (Troilo-Castillo).
[10] Es interesante ver cómo estas teorías (se) reflejaban (en) el imaginario popular. Por ejemplo, en la obra de teatro “Locos de Verano”, Severo, hombre de avanzada edad e incierto pasar económico, es rechazado por  Mariana, sirvienta de la casa. El hombre se encoge de hombros y da a entender la razón del desplante: “¡Es claro: viejo y pobre, corresponde a la categoría de negro!”.
[11] Dichas canciones permanecieron en el anónimato por décadas. En 2002, el músico Juan Pablo Greco los presentó en un espectáculo titulado “Cara de negro”, en el Centro Nacional de Música y Danza.
[12] De “Boliche de cinco esquinas” (Díaz Vélez).
[13] “Un principio de fisiología establece que la actividad insistentemente repetida tiende espontáneamente a convertirse en automática. (...) En el orden psicológico ocurre exactamente lo mismo (...) De esta manera se producen las que podríamos llamar "ilusiones de repetición", en las cuales un sujeto que repite conscientemente la interpretación falsa de un hecho, acaba por hacerlo automáticamente, perdiendo la conciencia del hecho real. Por este proceso llegan los mentirosos a considerar ciertas sus propias mentiras” (Ingenieros, 1903:98).
[14] “Indudablemente la conciencia de la propia locura puede existir en los alienados. Muchos enfermos (...) se sienten alienados, pero su voluntad está anonadada o es impotente para oponerse a la acción perturbadora de la idea delirante; comprenden la anormalidad de su estado, saben que sus impresiones son mórbidas, sus ideas falsas, absurdas, irracionales, que sus preocupaciones son imaginarias y sin otra causa que el propio desequilibrio de su mente. Se saben alienados, pero no pueden dejar de serlo” (Ingenieros, 1903:18).